Muchas veces creemos que los estudiantes de cursos a distancia estudian solos, pero ¡esto no tiene por qué ser así! Por supuesto, el término “a distancia” implica una separación de tiempo y espacio entre estudiantes y docentes; sin embargo, las tecnologías de hoy en día permiten una cercanía que no es posible ni siquiera en contextos presenciales.
El hecho es que muchos cursos a distancia tienen la estructura de un modelo de presentación de contenidos al estudiante, verificación de la comprensión mediante preguntas con respuesta automática, interacción en un foro de debate, algún nivel de tutoría y una evaluación al final del curso. El estudiante estudia por su cuenta y solicita ayuda cuando lo considera necesario.
Este modelo es el más común por varias razones: permite la escalabilidad del programa, reduce los costos relacionados con los docentes y el espacio físico, y hace viable una educación a un precio que la gran mayoría de los estudiantes puede costear. Se trata de un modelo que es accesible en cuanto a precio y ubicación, a la necesidad de articular los estudios con otras actividades, e incluso a satisfacer la amplia variedad de necesidades de los estudiantes. Al ser bueno para un perfil común de estudiante y para las instituciones educativas, está ganando cada vez más adeptos, sobrepasando incluso la oferta de cursos presenciales.
Los egresados de cursos a distancia obtienen calificaciones similares a las obtenidas por los estudiantes de cursos presenciales en los exámenes oficiales. Asimismo, en el mercado laboral, también demuestran un mayor grado de flexibilidad, compromiso, disciplina, autonomía e incluso de comunicación en diferentes formatos y medios. El modelo está demostrando ser muy adecuado para satisfacer una demanda creciente de capacitación por parte de un determinado segmento de la población, a un precio asequible, con aceptación por parte del mercado laboral y que además promueve la movilidad social, ya que en países como Brasil quienes tienen un diploma de educación superior tienen salarios un 140 % más altos que las personas que solo completaron la educación media.
El problema de este modelo extremadamente escalable es que ya hay grandes actores que están consolidando el mercado con ofertas de cursos a precios bajos, los cuales atraen a cientos de miles de estudiantes. La competencia en términos de precio es muy fuerte, y las instituciones más pequeñas no pueden destacarse ni competir. Para las instituciones más pequeñas, es difícil ser competitivas en este mercado. Para los estudiantes que buscan una capacitación diferenciada, que vaya más allá de ofrecer contenidos curriculares mínimos, este modelo tampoco sirve.
Para las instituciones más pequeñas, ya sea que ofrezcan cursos presenciales, híbridos o a distancia, lo importante es ofrecer algún tipo de diferenciación que les permita atraer y retener a los estudiantes que incluso están dispuestos a pagar un poco (o mucho) más por un curso que marcará una gran diferencia en sus vidas.
¿Cuáles pueden ser estos elementos diferenciadores?
Una buena opción para que las instituciones pequeñas puedan destacarse en la enseñanza que incorpora la tecnología es ofrecer al estudiante una atención especial. Hay tecnologías capaces de dar al estudiante una sensación equivalente a la de un curso presencial y de satisfacer sus exigencias variadas de un modo que ni siquiera era posible en la enseñanza presencial.
Hasta hace poco, los estudiantes que querían un curso diferenciado y que tenían los recursos para pagarlo, pensaban que era suficiente con inscribirse en un curso presencial, tener contacto directo con buenos profesores y compartir con otros estudiantes, tanto en el aula como en los momentos de pura interacción social, construyendo experiencias que recordarían de por vida.
Actualmente, las exigencias de los estudiantes que quieren destacarse se han vuelto tan complejas que la oferta de cursos presenciales ya no es suficiente para satisfacerlas. Los estudiantes que buscan distinguirse quieren tener acceso directo a buenos profesores, pero también quieren asignaturas optativas que sean atractivas, buscan flexibilidad curricular, capacitación enfocada en las últimas demandas del mercado laboral, agilidad en el feedback, una sensación de aprendizaje palpable y sentido de pertenencia.
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Para ofrecer todo esto a un precio razonable, las instituciones precisan una tecnología avanzada, tanto en la oferta de cursos presenciales como a distancia. Con una combinación de contenidos digitales y profesores excelentes, la institución puede ofrecer un plan de estudios diferenciado y flexible sin tener que pagar una carga horaria de tiempo completo a docentes con alta remuneración y seguir brindando acceso a profesores invitados a un gran número de estudiantes.
A través del uso de recursos de diagnóstico de competencias y de aprendizaje adaptativo, también es posible identificar a los estudiantes que ya dominan diferentes conocimientos, habilidades y competencias, y que agradecerán verse eximidos de ciertas partes de algunas asignaturas para poder dedicarse a otras.
Al hacer un seguimiento de la participación y el rendimiento de los estudiantes, tanto en contextos presenciales como digitales, la institución puede identificar a aquellos estudiantes que necesitan apoyo (financiero, social o educativo) y ofrecérselo de forma personalizada. No se trata de recortar costos dejando que los “robots” atiendan a los estudiantes, sino de identificar quiénes necesitan más apoyo de los profesionales de la institución y contratar solo a los que sean necesarios para satisfacer la demanda del alumnado.
Si los estudiantes presenciales y a distancia disponen de espacios diferenciados para interactuar en pequeños grupos, publicar trabajos en diversos formatos, recibir feedback en formato audio o incluso de vídeo, podrán trabajar con metodologías activas con mayor comodidad, interactuando con sus compañeros de forma sincrónica o asincrónica, y sin perder el contacto con sus compañeros y su trabajo.
Cuando los estudiantes perciben que la institución se preocupa por ellos y no tienen que solicitar ayuda cuando creen que la necesitan, cuando ven que pueden dedicarse a lo que más les interesa, y que se los invita a hacer trabajos de su interés junto a compañeros e incluso pueden descubrir dónde encontrar buenos amigos, futuros socios o excelentes compañeros de trabajo, se genera un sentimiento de pertenencia que los motiva a querer graduarse en esa institución, quizá hasta enviar a sus hijos allí, e incluso pagar un poco más que el costo promedio si es necesario.
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Vale la pena invertir en la personalización del aprendizaje, y se puede lograr al conocer las exigencias de los estudiantes y las opciones disponibles de tecnología de punta. Así, su institución logrará destacarse, sus estudiantes se sentirán especiales y el mercado laboral se dará cuenta rápidamente de que los graduados de su institución tienen competencias que no encuentran en otros.
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